La despedida del Príncipe

13:09:00
Diego Alberto Milito tuvo su despedida en el Cilindro, ante su gente, que lo abrazó durante todo el partido con cantos, banderas, carteles y el ya habitual cariño. Fue una jornada a pura emoción, donde el fútbol pasó a segundo plano.
Milito rompe en llanto. Foto: Racing Club Oficial
Llegó el día que ningún hincha académico tanto temía. Ese día en que todo el pueblo racinguista abrazara por última vez a su Príncipe. Y, como era de esperar, ese abrazo fue el más cálido, el más emotivo y emocionante. El más sincero y grato abrazo de todos. Diego Milito jugó su último partido en el Cilindro de Avellaneda, y la gente se encargó de mimarlo durante los 90 minutos.

El estadio se iba llenando a un ritmo fuera de lo normal. Se sabía que no cabría un alma más, ya que nadie se quería perder la despedida del gran capitán, máximo referente e ídolo de los últimos años. Y, si bien nadie se hubiese atrevido pedir por su retiro, la impaciencia por demostrarle el cariño fue más grande de lo normal. El plantel salía a realizar los movimientos precompetitivos al campo, y enseguida la gente comenzó a despedir al Príncipe. Por supuesto, como es habitual, el reconocimiento fue para todos. Pero esta era su tarde/noche.

Apenas comenzó a rodar la pelota, tras un afectuoso recibimiento al equipo, colmado de globos y papeles, la sensación era increíble. Inexplicable. Una mezcla enorme de sensaciones. Agradecimiento, orgullo, tristeza, felicidad. Sí, todo junto. El estadio completo coreaba su nombre, y él devolvía cada muestra de afecto. Un abrazo a sí mismo, símbolo del abrazo que luego querría dar a todos y cada uno de los hinchas de Racing, logró desprender las primeras lágrimas en algún corazón albiceleste. Se comenzaban a empañar algunas lentes, alguno bostezaba intentando esconder la emoción. Estaba más que claro que ayer, para el hincha, el partido era un adorno más de la fiesta de Diego.

El juego comenzó con Racing atacando y sin desordenarse en el fondo. Hasta que pasados 15 minutos, Pillud apareció por sorpresa en el área y fue derribado. Milito tenía su chance de que la fiesta fuera completa, y no dudó en aprovecharla. Penal para el Príncipe y gol para despedirse a pura alegría. Pero insólitamente, al reanudarse el juego tras el gol, en la jugada contigua, el arquero toca a Licha López en el área cuando intentaba eludirlo y Lamolina vuelve a sancionar la pena máxima. La chance era doble, con un condimento extra; el potencial gol de Diego se mezclaba con el minuto 22, en el que más que nunca el estadio entero ovacionaría a su capitán.

Agitado aún del festejo de su gol anterior, Milito intentó asegurar el penal fuerte, abajo y centrado. Pero el arquero lo adivinó, y el segundo tanto quedó en la cabeza de Romero, que capturó el rebote. A nadie le importaba. Ya se había gritado un gol de Milito, y absolutamente nada arruinaría la fiesta. Y así, tras el festejo del segundo tanto, la impaciencia se apoderó una vez más de las más de 50 mil almas presentes, que comenzaron a vitorear al 22 incluso un minuto antes de lo planeado. Desde el lateral que da a la calle que ahora llevará su nombre, se desplegó una enorme bandera con su rostro y un agradecimiento. Miles de papelitos volaron por el aire. Las gargantas se desgarraban de emoción gritando a más no poder su nombre. Las manos estallaban en un aplauso uniforme. Los corazones latían más fuerte que nunca. Los brazos en toda la cancha estaban bien arriba, aplaudiendo o sosteniendo una leyenda que rezaba "Gracias Diego Milito". El sentimiento era uno solo:  Diego Alberto Milito.

Fue a partir de ese momento que la fiesta se dio completamente por iniciada. La gente en la tribuna estaba más que tranquila. Inmutable. Nada iba a cambiar el destino de una historia que cerraba su gran capítulo, pero que no terminará acá. Milito siguió siendo ovacionado cada vez que tocaba la pelota o simplemente se brindaba, una vez más, al máximo para recuperarla. 

El partido culminó en un gran abrazo de Diego con sus compañeros en el centro de la cancha. Y no tardaron en llegar más personas del entorno inmediato del plantel. Nadie quería dejar de darle su cariño al Príncipe. Otra vez el aplauso y las canciones en su honor volvían a invadir el estadio al unísono. La emoción bajaba desde las tribunas hasta el mismo Milito y sus compañeros. Uno de los más emocionados era Saja, que le entregó una placa en nombre del club a quien se había convertido en un gran amigo. El Chino no ocultó su emoción por el retiro del Capitán, y más de uno habrá temido, al ver esas lágrimas, que también el arquero quiera decir adiós. 

En el estadio se habían apagado las luces para despedir al máximo referente e ídolo de las úlitimas décadas, y generar un marco aún más pintoresco. El plantel completo y una maraña de periodistas y fotógrafos acompañaron al Príncipe en una recorrida alrededor del rectángulo verde. No quiso dejar de agradecer a nadie de los allí presentes. Pero no alcanzó a completar la vuelta, y la emoción lo quebró. Un llanto desconsolado que estalló en él y se trasladó a las tribunas. Abrazos por todos lados para despedir al gran capitán y secar las lágrimas más dulces jamás derramadas.

Algunas imágenes de la despedida
El recibimiento
El gol de Diego Milito
Gol de Romero
Ovación del minuto 22
Las palabras del Príncipe
El agradecimiento de todos


Por Lisandro Martín Benzecry | @LM23ok @GloriosaAcade

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